Detalle bordado sobre tela / medidas variables / 2011


 

L A D R O N E S   D E L   T I E M P O



“Atrapada en los instantes, cual Penélope hoy y cada día, Ana Catalina, va creando cápsulas de tiempo resumidas en obras. Cada trazo, cada línea hilvanada en la tela, es el robo de uno a uno por segundos, minutos, horas y días, de su eterna condena.”


Durante horas y días Ana Catalina Vicuña, ha horadado simbólicamente con el trazo de su aguja el vetusto paño del tiempo. Días y horas empeñadas en sustraer a través de las puntadas los atisbos de los instantes. En un acto solemne, en cada momento que acomete Ana Catalina Vicuña, roe y clava la tela para estampar el paso indefectible de un gesto vano que pretende robar la fugacidad de lo inasible.

Este gesto insubstancial es el fundamento diario de Ana Catalina Vicuña para registrar cada momento, día a día, como el preso marca en su celda el registro tenaz de su condena. Atrapada en los instantes, cual Penélope hoy y cada día, Ana Catalina Vicuña, va creando cápsulas de tiempo resumidas en obras. Cada trazo, cada línea hilvanada en la tela, es el robo de uno a uno por segundos, minutos, horas y días, de su eterna condena.

Es por esto que hace mucho tiempo Ana Catalina Vicuña decidió, robar estos vestigios y acumularlos en fragmentos de tela cuidados celosamente, como reliquias encriptadas, de un significado solo conocido por ella. Cuenta la historia que una vez, investigando, Ana Catalina Vicuña se encontró con antiguos registros, sobre unos monjes ignorados en territorios no-euclidianos, que dibujaban plegarias sin lengua en una playa cercana a su monasterio.



Detalle bordado sobre tela / medidas variables / 2011



Las olas barrían y barrían estas inútiles rogativas que despreciaban el afán ponderativo de este gesto piadoso. Al ser descubiertos en estas acciones, y el prior temiendo que afectaran a su congregación, mandó a encarcelar a estos monjes insubordinados quienes persistieron con sus gestos, trazando nuevamente en sus celdas las mismas plegarias. Entonces se ordenó pintar las celdas cada día, para borrar hasta su muerte, aquellos desvaríos incansables que causaron tanta conmoción entre sus pares.

Con el paso de los años este relato furtivo fue ocupado como referente de las nuevas generaciones de monjes, quienes practicaron y conservaron durante siglos la misma tradición en forma clandestina. Hoy, Ana Catalina Vicuña, se suma a esta fraternidad, la de Los ladrones del Tiempo, para formar parte de esta historia escondida.

Entonces Ana Catalina Vicuña, es ahora testigo de esos instantes que mueren y que inútilmente intenta capturar con el gesto anodino de la aguja, cavando, horadando la tela hirsuta, como aquellos monjes pretendieron una vez captar el registro fiel, obstinado y riguroso con una obsesión por sentir el control, cuando en realidad, no controlaban nada.


Arturo Duclós



Ejercicios bordado sobre tela / Taller Los Lirios / 2011



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