Por Soledad Salgado S.
[extracto de Revista V&D, Diario El Mercurio]
Las obras de Ana Catalina Vicuña tienen nombres que aluden al tiempo, como “25 horas, 05 minutos y 17 segundos”. Con obsesión y rigurosidad ha cronometrado cuánto demora en cada trabajo, como queriendo capturar instantes entre los hilos que se cruzan con elegancia en sus cuadros textiles.
Llueve en Rancagua y Ana Catalina Vicuña mira desde la ventana de su taller como todo se tiñe de gris. El mismo gris y la misma serenidad que inunda el espacio que armó en su propia casa para trabajar. Allí pasa horas dando puntadas que se repiten obsesivamente en enormes lienzos de algodón, y que luego se transforman –pegados a bastidores- en verdaderas obras de arte.
Estudió Diseño en la Universidad Católica, pero recién en 2004, mientras vivía en Nueva Zelanda por los estudios de su marido, decidió dedicarse al arte de manera profesional. “Creo que no me atrevía a ser artista”, dice, pero la soledad de esa estadía, el tiempo que pasó revisando obras, y guiada por un artista holandés la llenaron de la seguridad necesaria para volver a Chile y empezar de cero. Realizó acuarelas y grabados hasta que el año del terremoto (2010) y habiendo tenido a su tercer hijo quiso experimentar con algo más de piel: “Vi la fragilidad de la humanidad, me di cuenta de que somos hormigas en el mundo y sentí ganas de explorar con la textura y la finura del hilo”, cuenta.
Siguiendo una tendencia a la repetición, que ya se veía en sus anteriores trabajos, comenzó a coser formando pequeños puntos que se repiten dentro de un cuadrado. Todo en tonos grises, negros y crudos, muy neutro, muy calmo. Y con una paciencia que la hace dedicarle varias horas a cada obra. De hecho, desde que comenzó con esta serie –luego de hacer varias pruebas en pequeños retazos de género y sin dibujar una figura previamente- ha cronometrado las horas que le toma confeccionar cada uno de los cuadros, y ese tiempo les da el título.
Alumna de Arturo Duclós, el tema textil ha sido más bien un camino autodidacta que no ha estado exento de errores. “Al principio probé con máquina de coser, pero preferí lo manual”, dice. Ahora se prepara para mostrar su oficio en una exposición grupal en el Museo de Bellas Artes en octubre y en una muestra individual para noviembre en la Galería Patricia Ready. V&D